Para la autoevaluación se responderá a estas preguntas:
¿Qué he aprendido?
¿Qué he hecho para aprender?
¿Qué he hecho para que los demás aprendan?
¿De qué me ha servido lo que he aprendido, lo que he hecho para aprender y lo que he hecho para que los demás aprendan?
Son preguntas orientativas. No hace falta responderlas una a una, si no se quiere. Lo importante es que ayuden a constatar, valorar y tomar decisiones sobre qué (no) se ha aprendido, cómo (no) se ha aprendido, cuál es el valor de lo que se ha aprendido y del modo en que se ha aprendido y qué debo hacer para mejorar. En definitiva, que sirvan para evaluar.
Para traducir la autoevaluación en una autocalificación (por ejemplo, de 0 a 10), hay que hacer lo siguiente: preguntarse si lo que se ha aprendido, lo que se ha hecho para aprender y lo que se ha hecho para que los demás aprendan es insuficiente (0-4), suficiente (5-6), notable (7-8), sobresaliente (9-9), insuperable (10).
¿Qué he hecho para aprender?
¿Qué he hecho para que los demás aprendan?
¿De qué me ha servido lo que he aprendido, lo que he hecho para aprender y lo que he hecho para que los demás aprendan?
Son preguntas orientativas. No hace falta responderlas una a una, si no se quiere. Lo importante es que ayuden a constatar, valorar y tomar decisiones sobre qué (no) se ha aprendido, cómo (no) se ha aprendido, cuál es el valor de lo que se ha aprendido y del modo en que se ha aprendido y qué debo hacer para mejorar. En definitiva, que sirvan para evaluar.
Para traducir la autoevaluación en una autocalificación (por ejemplo, de 0 a 10), hay que hacer lo siguiente: preguntarse si lo que se ha aprendido, lo que se ha hecho para aprender y lo que se ha hecho para que los demás aprendan es insuficiente (0-4), suficiente (5-6), notable (7-8), sobresaliente (9-9), insuperable (10).
Habrá que justificar esta calificación.
Cuanto más meditada y honesta sea la respuesta, más justa y
más productiva es la autocalificación. En todo caso, la autoevaluación siempre
da más juego que la autocalificación.