"De todos esos hechos
resulta que cada sociedad se labra un cierto ideal de hombre, de lo que debe
ser éste tanto al punto de vista intelectual como físico y moral; que ese ideal
es, en cierta medida, el mismo para todos los ciudadanos de un país; que a partir
de un determinado punto, se diferencia según los ámbitos particulares que toda
sociedad alberga en su seno. Es ese ideal, a la vez único y diverso, el que
representa el polo de la educación. Éste tiene, por tanto, por misión la de
suscitar en el niño:
1. Un cierto número de estados
físicos y mentales que la sociedad a la que pertenece considera como debiendo
florecer en cada uno de sus miembros.
2. Ciertos estados físicos y
mentales que el grupo social específico (casta, clase, familia,
profesión) considera asimismo
como debiendo existir en todos aquellos que lo constituyen.
Por consiguiente, es la sociedad,
en su conjunto, y cada ámbito social específico, los que determinan ese ideal
que la educación realiza. La sociedad no puede subsistir más que si existe
entre sus miembros una homogeneidad suficiente: la educación perpetúa y refuerza
dicha homogeneidad, fijando por adelantado en el alma del niño las similitudes
esenciales que requiere la vida colectiva. Sin embargo, por otra parte, sin una
cierta diversidad toda cooperación resultaría imposible: la educación asegura
la persistencia de dicha diversidad necesaria, diversificándose por sí mismo y
especializándose. Si la sociedad llega a ese nivel de desarrollo en que las
antiguas escisiones en castas o clases no pueden ya ser mantenidas, prescribirá
una educación más uniforme en su base. Si, al propio tiempo, el trabajo queda
más dividido, la sociedad provocará en los niños, proyectada sobre un primer
plano de ideas y de sentimientos comunes, una diversidad más rica de aptitudes
profesionales. Si vive en estado de
conflicto con las sociedades circundantes, se esforzará en formar las mentes
según un modelo de inspiración netamente patriótica; si la competencia
internacional adopta una forma
más pacífica, el tipo que trata
de realizar resulta más generalizado y más humano. La
educación no es, pues, para ella
más que el medio a través del cual prepara en el espíritu de los niños las condiciones esenciales de su
propia existencia. Veremos más adelante cómo el propio individuo tiene todo interés en
someterse en a dichas exigencias.
Llegamos, por lo tanto, a la
fórmula siguiente: La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre
aquéllas que no han alcanzado todavía el grado de madurez necesario para la
vida social. Tiene por objeto el suscitar en el niño un cierto número
de estados físicos, intelectuales y
morales que exigen de él tanto la sociedad política en su conjunto como el medio ambiente
específico al que está especialmente destinado.
De la definición que precede
resulta que la educación consiste en una socialización metódica de la joven generación. Se puede decir que en
cada uno de nosotros existen dos seres que, aun
cuando inseparables a no ser por abstracción, no dejan de ser distintos.
El uno está constituido por todos los
estados mentales que no se refieren más que a nosotros mismos y a los acontecimientos de nuestra vida privada: es a
lo que se podría muy bien denominar el ser individual. El otro, es un sistema
de ideas, de sentimientos y de costumbres que expresan en nosotros, no nuestra
personalidad, sino el grupo o los grupos diferentes en los que estamos integrados;
tales son las creencias religiosas, las opiniones y las prácticas morales, las tradiciones
nacionales o profesionales, las opiniones colectivas de todo tipo. Su
conjunto constituye el ser social. El
formar ese ser en cada uno de nosotros, tal es el fin de la educación"
DURKHEIM, E., Educación y sociedad, Barcelona,
Península, 1975 (Edición original de 1922), págs. 52-54